8. Entorno del río Vero


Siempre recordaré las orillas del Vero con mucha añoranza. Por allí, con la llegada del buen tiempo, mi padre y yo salíamos a pasear. Me gustaba visitar la zona de los Tapiados y la calle de los Cubos, donde los vecinos cuidaban de sus huertas de verduras y hortalizas. A lo lejos, podíamos ver el hermoso convento de los franciscanos.
Entorno del río Vero Barbastro
La orilla derecha del río Vero estuvo protegida por fuertes murallas, sobre las que más tarde se edificarían las casas. Estas, de considerable altura, formaron un frente compacto y macizo. La protección de la ciudad se completaba con el mismo río, que, junto a las murallas, actuaba como foso defensivo natural.

Desde las orillas del río Vero se obtiene una vista espléndida de las famosas fachadas coloreadas. Antes de la canalización del río, las casas se alzaban verticalmente sobre las aguas. A causa de las terribles inundaciones que provocaban las crecidas, hacia 1969 se decidió canalizar sus riberas.

Antiguamente, también había aquí un canal subterráneo, cuya agua provenía de una pequeña cascada. El agua de este canal permitía mover varios molinos.

El acceso a Barbastro desde la orilla izquierda solo era posible mediante los puentes que conectaban con las puertas de la ciudad. Aguas arriba encontramos el puente del Portillo, que fue reconstruido en el siglo XX siguiendo los planos del antiguo puente. Este, levantado hacia 1600 y volado en la Guerra Civil, era de ladrillo y tenía tres ojos. Anteriormente, en la Edad Media, también existió aquí un puente, probablemente de madera. Su nombre, Portillo (puerta estrecha o pequeña), hace pensar que no fue el acceso principal. También destacamos el puente de san Francisco, datado en el siglo XIII, y, aguas abajo, el antiguo puente del Amparo, destruido en la Guerra Civil. Este último también se conoció como puente de san Ramón, ya que estaba en el camino que llevaba a la Ermita de san Ramón del Monte.

En la calle que queda junto al río, en el lado exterior de la ciudad, se pueden visitar las fuentes del Azud y del Vivero, que se han recuperado tras permanecer medio siglo enterradas, y El Moliné, un antiguo molino para hacer aceite, actualmente sede de la Oficina de Turismo de Barbastro.

El conjunto de san Francisco

Un poco más adelante se encuentra la fuente de san Francisco, contigua a la iglesia que lleva su mismo nombre. Anteriormente ya existía en este lugar una fuente, conocida popularmente como de los frayles. En 1553 el Concejo de la Ciudad encargó una fuente nueva, la que conocemos hoy día, al escultor Jaques de Guertch. Un escudo de Barbastro portado por dos ángeles deja constancia del patronazgo de la obra.

Más adelante se incorporó al proyecto el maestro Joan de Araçil, cantero de origen vasco. Este trabajo sería su primera obra documentada. La obra, construida con una piedra blanquísima de las cercanas canteras de Fonz, se ejecutó en tan solo cinco meses.

La iglesia de san Francisco es, junto al recinto del claustro, actual Plaza de san Antonio, el único vestigio que queda del desaparecido Monasterio de san Francisco. Profundamente reformado en el siglo XVI, el interior consta de nave única de cuatro tramos con capillas en los laterales. Una de ellas está dedicada a Ceferino Giménez Malla, el Pelé, también conocido como el gitano beatificado. Este hombre, honrado tratante de mulas, sabio analfabeto, enseñaba a rezar a los niños, les animaba a respetar a pájaros, las flores y las hormigas y les daba pan y chocolate para merendar en aquellos años de miseria. En plena Guerra Civil Española fue detenido y fusilado con un rosario en las manos. El Papa Juan Pablo II lo beatificó en 1997. La escultura del santo es obra del artista Juan de Ávalos.

Iglesia de San Francisco Barbastro
La historia de esta iglesia comienza en el siglo XIII, en pleno auge de la burguesía, el comercio y la demografía de la ciudad. Mientras los monasterios cistercienses y benedictinos sufrían una crisis, los franciscanos se instalan en Barbastro, ofreciendo nuevas respuestas a las necesidades de la nueva sociedad que se estaba desarrollando.

La iglesia primitiva era sobre todo funcional y respondía a uno de los modelos más exitosos de la arquitectura religiosa de la época: una sola nave a la que se abrían capillas encajadas entre los contrafuertes. La nave, al carecer de columnas o pilares, permitía una visibilidad perfecta y una adecuada audición.

En la actualidad, apenas nada ha sobrevivido de las antiguas dependencias conventuales: claustro, celdas, dormitorio, refectorio… Tan solo en la Plaza de san Antonio se puede reconocer la planta del antiguo claustro y el trazado de sus muros. En ellos se percibe aún la cadencia de las pequeñas ventanas de las celdas, hoy transformadas en casas particulares.

El interior de la iglesia actual se caracteriza por su cubierta con tres bóvedas estrelladas de gran nervadura más otra en el ábside poligonal. Las bóvedas están flanqueadas en los laterales por pilastrillas adosadas y arcadas de medio punto. También destacan el presbiterio y el alto coro, con bóveda de cañón liso. Sobre el coro se abre un elevado óculo de iluminación.

En 1987, en la capilla de los Claramunt, se descubrió una interesante cripta de planta rectangular y cubierta con bóveda de cañón rebajado, con sepulturas en los bancos de piedra arenisca.

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