1. Museo Diocesano
Recuerdo aquellos blancos días de mi niñez… Mi madre, papá, mis hermanos y yo, íbamos siempre juntos a escuchar Misa. Mi padre nos entregaba la limosna, que llevábamos gozosos al hombre cojo, que estaba arrimado al palacio episcopal (…). Luego, en la capilla del Santo Cristo de los Milagros, rezábamos un Credo.
Desde pequeños, nuestros padres nos enseñaron a practicar la caridad, ayudando a las personas que más lo necesitaban, de manera espiritual y material.
La historia de este edificio es compleja y hermosa. Nos habla del tesón de la ciudad por recuperar y mantener su Sede Episcopal, de las penurias económicas que vivió por esta causa a finales del siglo XVI y de las estrategias financieras que hubieron de desarrollarse para sacar la obra adelante. Finalmente, nos habla de un prelado ambicioso que quiso perpetuar su fama y su gloria mediante su participación en el proyecto.
Historia del edificio
A finales del siglo XVI, se construyó en este solar el Palacio Episcopal, siguiendo el modelo de la casa señorial aragonesa de la época. Antes de eso, los obispos vivían en una casa contigua a la desaparecida iglesia del Sepulcro, colgada sobre el río, pero tras varios años de pleitos por la restitución de la Diócesis, en 1571 se expediría finalmente la bula de construcción del Palacio en la Catedral de la iglesia de Santa María de Barbastro.
27 años después, en 1598, la ciudad optaría por dar una solución de compromiso para construir una residencia para la Diócesis. Compró toda una manzana junto al atrio oriental de la Seo y durante los dos años siguientes desarrollaron las obras de adecuación de las cuatro casas adquiridas, bajo la dirección de maese Andrés Castillón, maestro de villa, y Pedro de Ruesta, fustero. Se salvaguardaría todo aquello que pudiera ser reutilizado (cocinas, alcobas, salas, cuadras, bodegas…) y solo se construirían de nueva planta algunas estancias, como la capilla y parte de las fachadas, con el fin de dotar al exterior de coherencia y uniformidad.
En el exterior, la obra del siglo XVI respondía al tipo palacial aragonés, sobrio en las formas y al italiano por la horizontalidad de las fachadas, por la expresividad del ladrillo y sobre todo por la elegantísima y rítmica sucesión de espacios abiertos y cerrados en la galería de arcos bajo los aleros.
Durante más de 200 años sucesivas reformas transformarían el palacio. La más significativa fue la llevada a cabo tras la Guerra de la Independencia. Entonces fue necesario restaurar e incluso reconstruir algunas zonas del edificio en su totalidad, dado que los franceses lo habían convertido en cuartel general para sus tropas durante más de cuatro años.
En 1898 sufrió su última reforma, de la mano del arquitecto diocesano Elías Ballespín.
En la actualidad…
La última rehabilitación de este edificio histórico ha permitido que en su interior se instalen las oficinas y la residencia del Obispado, los archivos y el Museo Diocesano Barbastro-Monzón. Este cuenta con una colección de más de 270 piezas y un excelente equipamiento museográfico, desde objetos litúrgicos hasta obras pictóricas, de orfebrería, tallas de madera, esculturas, etc. Las obras abarcan variados estilos, como románico, gótico, renacentista o mudéjar, y proceden de diferentes localidades de la diócesis.
Y es que a través del recorrido por sus 900 m2 de exposición, el Museo nos llevará por un largo viaje que comienza en los albores del románico y finaliza con una deslumbrante explosión barroca.
Descubre más sobre… EL MONUMENTO AL COFRADE Y LA SEMANA SANTA EN BARBASTRO
La Semana Santa atesora siglos de historia en la ciudad, ocupando un lugar destacado desde sus inicios y que ha supuesto a lo largo del tiempo una unión de voluntades y sentimientos de todos los barbastrenses. La antigüedad de algunas de sus cofradías se remonta en Barbastro a la Edad Media, en concreto al siglo XIII.
Los siglos XVIII y XIX fueron difíciles para la celebración de la Semana Santa, con la desaparición de la Cofradía del Santo Sepulcro y después la del convento de la Merced, sede de las cofradías de la Sangre de Cristo y de Nuestra Señora de los Desamparados. Además, la Guerra de la Independencia, la exclaustración de los monjes y la desamortización de Mendizábal de 1836 afectaron al patrimonio de las cofradías y a sus fuentes de financiación.
En la segunda mitad del siglo XIX, gracias al impulso de los sucesivos párrocos de la ciudad, se observa un cierto resurgir del movimiento de las cofradías.
El comienzo del siglo XX sería de decadencia para la actividad de Semana Santa. Por este motivo, en 1929 se forma una comisión para intentar mejorar esta circunstancia. Esta comisión alcanzará el reconocimiento canónico en 1930, tomando el nombre de Hermandad del Santo Entierro.
La Guerra Civil supuso la desaparición de todos los bienes y pasos de las cofradías e incluso de algunas de las iglesias que los albergaban. En la posguerra se produce un nuevo resurgir de las cofradías, volviéndose a formar la Hermandad del Santo Entierro.
En 1948, ante la necesidad de coordinar las procesiones particulares, se crea una Junta Coordinadora que acaba por asumir también el papel de la Hermandad del Santo Entierro. Con un ambiente propicio y tras un gran esfuerzo, en el año 1950 Barbastro ya tenía los pasos y procesiones que actualmente tiene.
En la actualidad, y tras la crisis sufrida a finales de los años setenta, las cofradías se han revitalizado con la incorporación de la mujer y de los jóvenes. La renovación de cofradías y la fundación de otras nuevas, la creación y el aumento de las bandas de instrumentos y la reforma de la Junta Coordinadora son claros ejemplos que demuestran la buena salud de la Semana Santa barbastrense.
PUNTOS DE INTERÉS
INFORMACIÓN ADICIONAL DEL MUSEO DIOCESANO
- Invierno (1 octubre-31 mayo) Martes – sábado: 10-13 y 16-19 h Domingo: 11-14 h Lunes cerrado
- Verano (1 junio-30 septiembre) Martes – sábado: 10-13 y 17-20 h Domingo: 11-14 h Lunes cerrado
- General: 4 €
- Reducida: 2,5 €